QUITO: CIUDAD SITIADA, CIUDAD OCUPADA Crónica urbana del levantamiento indígena de junio de 2022

El 25 de mayo del año 2022, el Presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador, CONAIE, Leonidas Iza Salazar, advertía al país que el 13 de junio de ese año se produciría un Paro Nacional que, por sus características, sería parecido a aquel de 1990. En este caso, la referencia del líder de la CONAIE a los orígenes, daba cuenta de las expectativas que tenía la dirigencia del Paro Nacional con respecto a las movilizaciones que se anunciaban. La historia demostraría que esas expectativas se cumplieron y con creces.

La advertencia del líder indígena se hizo al día siguiente del discurso presidencial de Guillermo Lasso, en su informe anual ante la Asamblea Nacional en donde el Presidente Lasso aprovechó la oportunidad para ratificarse en su intención de continuar con su programa de ajuste, reducción del tamaño del Estado, desinversión pública y privatizaciones, de tal manera que se cumplía de forma expedita con las condicionalidades acordadas con el FMI1.

La revuelta indígena de junio de 2022 – denominada por los convocantes como Paro Nacional – fue mucho más larga e intensa de lo que viene siendo habitual en Ecuador desde, al menos, veinte años atrás2. Al igual que las ciudades más importantes del país (Guayaquil, Cuenca, Riobamba), la capital nacional, Quito, lució durante 18 días tomada por miles de indígenas en unas partes de la ciudad y ocupada por el Ejército en otras. La Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE) sintetizó sus reivindicaciones en diez puntos: reducir y estabilizar el precio de los combustibles; renegociar y aliviar las deudas contraídas por más de cuatro millones de familias de bajos ingresos; garantizar precios justos a los productos generados por la agricultura campesina; frenar la precarización laboral; desistir de ampliar la frontera extractiva (minera y petrolera) sobre fuentes de agua, territorios y ecosistemas frágiles; garantizar los derechos colectivos de pueblos y nacionalidades indígenas sancionados en la Constitución; detener la privatización de sectores estratégicos en manos del Estado; fortalecer el depauperado sistema público de salud; garantizar el acceso a la educación de la juventud; e impulsar políticas públicas para frenar la ola de violencia que, vinculada al narcotráfico, azota al Ecuador.

Para entender el sentido de esas reivindicaciones, es necesario tener presentes las peculiaridades del mundo indígena ecuatoriano. La primera, que su grueso demográfico está en los Andes: se trata de una gran población (que puede llegar hasta el 40% en provincias como Chimborazo, Cotopaxi o Imbabura) de origen campesino, mayoritariamente de habla quichua, que está articulada a y presente en las ciudades a causa de los flujos migratorios de las últimas décadas, y que todavía producen alimentos básicos que abastecen a una parte importante de los mercados regionales3. Ellos y ellas han sido históricamente la columna vertebral del movimiento indígena, desde la época de la lucha contra el latifundio (años 60 y 70 del siglo pasado) hasta la eclosión de las plataformas étnicas de los 80 en adelante. Junto a ellos, están los pueblos y nacionalidades amazónicas, con una historia de inserción en el Estado-nación muy diferente (y reciente), demográficamente menos importantes, y con unas demandas más orientadas hacia la territorialidad y el ambientalismo. Por razones obvias, su capacidad de incisión sobre la economía nacional (en términos de abastecimiento a las ciudades y de bloqueo de vías y carreteras) es menor que la de los pueblos andinos, éstos además con una tradición mucho más gregaria desde tiempos prehispánicos.

A diferencia de otros levantamientos capitaneados por el movimiento indígena, las organizaciones étnicas tuvieron esta vez la destreza de entretejer un discurso transversal, más allá de lo identitario, con capacidad de atracción para los sectores subalternos golpeados por la crisis (desempleados, jóvenes sin un futuro, lumpen proletariado diverso, moradores de periferias urbanas insalubres e invivibles), e incluso para fracciones de clases medias pauperizadas desde la caída de los precios de las commodities de la década pasada. Junto a la CONAIE, la organización etno-política más grande, participaba en el paro la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas, Indígenas y Negras del Ecuador (FENOCIN), tradicionalmente con un discurso más clasista que la CONAIE, y la Federación de Indígenas Evangélicos del Ecuador (FEINE), exclusiva de población indígena de esos credos religiosos. Un aspecto muy relevante de esta última movilización fue, precisamente, la unidad de acción de esas tres plataformas, muy enfrentadas en tiempos pretéritos a causa de sus diferentes orientaciones programáticas.

Por el lado del Gobierno y de los sectores hegemónicos, sin embargo, proliferaron los discursos xenófobos y criminalizadores de la protesta, como encarnando los prejuicios racializados de antaño y que las políticas multiculturales de los últimos decenios habían conseguido acallar. Fue todo tremendamente intenso, violento y con ribetes épicos, con momentos en que lo mejor y lo peor de las personas salió a flote. Y al final, de manera sorpresiva, el Gobierno cedió ante las reivindicaciones del movimiento indígena, abriendo unas mesas de negociaciones que, intermediadas por la Iglesia católica, no sabemos a dónde llegarán pero que, de momento, han dado sosiego al día a día del país.

Soy antropólogo y llevo treinta años estudiando el surgimiento y evolución de las organizaciones étnicas en los Andes equinocciales, particularmente sus complejas interrelaciones con el poder y las agencias de desarrollo (desde las ONG hasta el Banco Mundial) presentes en la región desde la democratización del país tras la era de las dictaduras militares. A causa de la pandemia de Covid-19, llevaba tres años sin poder regresar al país – soy académico en una universidad española – y aterricé en Quito en una lluviosa noche de la primera semana de junio con la intención de desplazarme a Riobamba, capital de la provincia de Chimborazo, a fin de retomar mis investigaciones sobre el terreno. No podía ni sospechar que sería testigo de unos acontecimientos sorprendentes e inquietantes, tanto por su magnitud en términos de movilización social como por las derivadas de carácter ideológico implícitas en los convocantes del paro. Es por esto por lo que, echando mano de mi diario de campo y del seguimiento pormenorizado de marchas y concentraciones, quiero dejar testimonio de la vivencia de esos 18 días en una ciudad sitiada primero y tomada después por decenas de miles de indígenas que, por ese tiempo, hicieron temblar los cimientos del Estado nación y su gobierno de turno.

Conviene tener presente, a modo de precedente, que Ecuador pasó por un período de extraordinaria inestabilidad política, entre 1996 y 2006, dominada por frágiles gobiernos neoliberales que se toparon con una gran contestación social capitaneada, siempre, por el movimiento indígena. Después, de 2007 a 2017, el presidente Rafael Correa protagonizó un ciclo de fortalecimiento del Estado, denominado por él mismo como de “Revolución Ciudadana”, enmarcado en la ola de auge de las izquierdas en el conjunto de la América Latina del momento. De 2017 en adelante, no obstante, el país ha regresado a los preceptos más ortodoxos del modelo neoliberal, bajo los mandatos de los presidentes Lenin Moreno (2017-2021) y Guillermo Lasso (en el cargo desde 2021). Esto es muy remarcable porque yo mismo pude constatar cómo, desde finales de los años 90 hasta 2019, la CONAIE había quedado atrapada en una retórica etnicista – sin duda espoleada por las políticas multiculturales ensayadas por los regímenes neoliberales primero y por el nacional-desarrollista de Correa después – que le restó mucha de la capacidad que había llegado a tener para tender puentes con sectores subalternos no-indígenas. El movimiento indígena, en efecto, inició un ciclo de protestas con la gran movilización de 1990, seguida de otros levantamientos multitudinarios en 1994 y 2000, entre otros. Siempre puso en jaque la agenda neoliberal del Gobierno del momento, aunque es constatable un debilitamiento progresivo en su capacidad de vehicular la protesta, dadas sus discrepancias organizativas y, durante los años del presidente Correa, su fragmentación a favor y en contra de los lineamientos de la Revolución Ciudadana.

Esa tendencia cambió con el gran estallido social de octubre de 2019, cuando la dirigencia indígena fue capaz de unificar de nuevo en torno a la CONAIE el descontento frente a la agenda desreguladora del primer gobierno pos-correísta, y parece reorientarse con fuerza a partir de los acontecimientos acaecidos durante este último levantamiento, el más prolongado de cuantos han tenido lugar en los últimos treinta años. De ahí mi perplejidad ante los acontecimientos de que fui dando cuenta, a modo de diario, y que reproduzco sintéticamente en las páginas que siguen.

Protesta por la detención de Iza en Tixán, (Chimborazo). Foto cedida por Luis Alberto Tuaza.
Comuneros cortando la Panamericana Sur a su paso por Chimborazo. Foto cedida por Luis Alberto Tuaza.

Martes, 14 de junio de 2022

Estamos en pleno levantamiento indígena. Las carreteras principales del país están bloqueadas. Al principio, parecía que el paro tenía un seguimiento relativo, dado que la situación del país está muy deteriorada y que, no obstante, sectores importantes como el de los transportistas no apoyaban la medida de hecho. Sin embargo, la detención – bien arbitraria, por cierto – del presidente de la CONAIE (Leonidas Iza Salazar) ha exacerbado los ánimos y ha hecho que los y las dirigentes étnicas hayan llamado a la radicalización de la protesta. Resulta incomprensible desde un punto de vista político la inoperancia de una medida como esa, detener “preventivamente” a la cabeza visible de la principal organización convocante del paro. Denota, en primer lugar, un desconocimiento profundo del modus operandi del movimiento indígena – un actuar colectivo y asambleario, independientemente de quién ostente el cargo de máxima representatividad orgánica. Indica, además, el habitus autoritario con el que se pretendía, ingenuamente, descabezar y desmovilizar la protesta.

Miércoles, 15 de junio de 2022

La situación aquí es muy confusa. No puedo viajar a Riobamba, definitivamente. La CONAIE ha cortado carreteras al norte, al sur. Hay informaciones contrapuestas. Desde el sur de la capital me dicen que, en Chimborazo, en Riobamba, los indígenas toman la revuelta como una cosa festiva, como si fuera una especie de carnaval; comentan que son muy respetuosos con la propiedad ajena. Lo mismo señala un colega antropólogo a quien el paro le agarró en el norte, en Cotacachi, más allá de Otavalo. Lo contrario señalan las cadenas convencionales de televisión que hablan todo el rato de actos de vandalismo. Creo que hay mucha propaganda por en medio y toda una intención del Gobierno de tratar de criminalizar a los movilizados como terroristas, qué se yo…

El hecho objetivo es que me he aventurado hasta el mero centro de Quito y que lo encontré limpio, limpísimo, impoluto. Ni un alma por las calles, ni un papel, ni un perro, ni un gato. Sin vehículos circulando. Barricadas toscas y alambradas improvisadas en las calles que dan acceso a la Plaza Grande y al Palacio de Carondelet con algunos militares custodiándolas, por si acaso… Se respiraba, con todo, una atmósfera tensa. “Van a llegar, van a entrar, los indios van a entrar en Quito”, se comentaba en los chascarrillos que circulaban entre la clase media del norte de la ciudad, donde vivo. La sensación era la de otro tiempo, aquel tiempo en el que la población blanco-mestiza de los pueblos y ciudades de provincia se estremecían ante el rumor de que “la indiada” podría levantarse y ocupar los espacios públicos ciudadanos. Estereotipo interiorizado y presente, bien presente, en la memoria histórica de los citadinos…

La calma antes de la tormenta: la plaza San Francisco, en el centro de Quito. Foto Víctor Bretón.

Sin duda, hay una especie de guerra de información contrapuesta, y entre medio, numerosos rumores de la elite social en términos de que mañana podría caer el Presidente de la República, Guillermo Lasso. Parece que hay una connivencia entre, por una parte, las fuerzas vivas oligárquicas (la derecha representada por Jaime Nebot, ex-alcalde de Guayaquil), y Correa y los correístas, que podrían aprovechar la coyuntura del levantamiento indígena y de esta sensación de desgobierno que hay para proponer una moción de deposición del Presidente por incompetencia. Podría pasar en este país. Supongo que ahora, de madrugada, deben estar negociando los altos funcionarios del régimen a ver cómo mantienen las riendas del Estado. En fin, un desastre y una suerte de revival de la inestabilidad vivida dos décadas atrás, con la salvedad – no menor – de que esto se ha convertido ya en un narco-estado, proceso que se aceleró de un modo flagrante, paradójicamente, durante los años de la Revolución Ciudadana.

Viernes, 17 de junio de 2022

En estos últimos días fue cobrando cuerpo la hipótesis de que Lasso iba a tener serias dificultades para mantenerse en el poder. Por un lado, porque está gobernando en minoría parlamentaria y, por consiguiente, una eventual convergencia entre todas las fuerzas de oposición podría poner en marcha los mecanismos legales de su destitución, ante su incapacidad de encauzar la situación. Si bien es cierto que llegó a un acuerdo con los transportistas para que no secundasen el paro, también es verdad que los clamorosos silencios del Gobierno frente al levantamiento y a su radicalización, así como la metedura de pata que en términos políticos representó la fallida detención de Leonidas Iza (puesto en libertad dos días después), transmiten una imagen de desgobierno, de precariedad en el manejo del orden público y de falta de rumbo que está haciendo mella en su ya castigada reputación pública. A ello hay que añadir la emisión de un comunicado en el que el Presidente hacía un vago llamamiento al diálogo y el sosiego, sin concretar absolutamente nada, y su salida hacia Guayaquil, reducto de la oligarquía comercial y contrapeso al centro del poder político radicado en Quito, en un movimiento de ida y vuelta que, tal vez, haya que interpretar en términos de su debilidad estructural. El no pronunciamiento de las fuerzas armadas y el duro discurso asumido por el Ministro del Interior (combate al terrorismo, orden, castigo, infiltración del narcotráfico) no hacían más que echar leña al fuego de la desconfianza de todos frente a las capacidades del Ejecutivo para bregar con la situación. Ya en la noche, hacia las 21:30, el presidente Lasso hizo una alocución televisiva brevísima, de apenas unos minutos, en la que decretó el estado de excepción para las provincias de Cotopaxi, Pichincha e Imbabura, hizo una invocación al diálogo y expuso una serie de medidas destinadas a apaciguar los ánimos, a saber: aumentar el Bono de Desarrollo Humano hasta los 55 dólares mensuales (incremento de cinco)4; declarar en emergencia el sistema de salud pública (ignoro el significado práctico de ello); duplicar el presupuesto a la educación intercultural; subsidiar hasta el 50% al precio de la urea a pequeños y medianos productores; condonar los créditos públicos vencidos hasta 3.000 dólares; abrir una línea de préstamos agrícolas de hasta 5.000 dólares al 1% de interés ya 30 años de plazo; y congelar el precio del diésel, el gas y la gasolina extra.

Cuando lo escuché, pensé que era una muestra clara de debilidad del Ejecutivo o que, en cualquier caso, esa era la imagen que podía vender Iza a las bases de la CONAIE para iniciar un proceso de negociación. Siendo medidas muy parciales y fragmentarias, es evidente que tienen una repercusión importante sobre las economías populares y que están orientadas al sector campesino-indígena de manera preferente. Mi sorpresa ha sido la rotundidad con que el staff de las organizaciones étnicas lo ha rechazado, invitando a continuar con las medidas de hecho y a avanzar hacia la ciudad de Quito.

Sábado, 18 de junio de 2022

Corre por las redes la noticia de que han disparado en Latacunga al coche de Leonidas Iza, sin consecuencias más allá del susto y la ruptura de cristales. Sin consecuencias, claro está, si no tenemos en cuenta el enconamiento que conllevará en el devenir de la protesta. Es, en otro orden de cosas, un momento en el que se evidencia la batalla por construir relatos paralelos en función de las orientaciones e inclinaciones de cada quién. Para una amiga activista y próxima a la CONAIE, por ejemplo, parece inminente la ocupación de Quito por parte de las bases del movimiento indígena; bases que se verán apoyadas, argumenta ella, por buena parte de la sociedad quiteña que, como en 2019, les abrirá sus puertas solidarias. Otro amigo, éste ubicado en los sectores medio-altos del norte citadino comenta, por el contrario, cómo le han dicho que han bloqueado la carretera del aeropuerto y que a un conocido “los indios” [sic] le han cobrado 60 dólares por permitirle pasar a recoger a su hijo que llegaba de viaje. Un colega chimboracense da fe de que la movilización en Riobamba ha sido más tranquila hoy que el día de ayer, y coincide con la intuición de que la situación es diferente de la de octubre de 2019 y de que la CONAIE no cuenta hasta hoy con los apoyos de entonces. Es interesante atender a toda esa rumorología, a esas imágenes ubicadas frente a frente, reverberando y proyectando imágenes más o menos fieles a segmentos de una realidad evanescente, poliédrica y tremendamente porosa…

Martes, 21 de junio de 2022

El día de hoy, el Quito norte de centros comerciales, dependencias oficiales y sucursales bancarias lucía medio fantasmal: muchos comercios cerrados, poco tráfico y nada del trajín matutino habitual. Las columnas de la CONAIE se van acercando por el norte y por el sur, el trolebús y los autobuses no funcionan y, en consecuencia, una parte importantísima de la mano de obra que va cada día de la periferia al centro-norte a trabajar no se ha podido desplazar, con el consiguiente impacto en la actividad de la zona… El área de la Universidad Central es el epicentro de conflictos entre manifestantes y policías, habida cuenta la decisión de la institución de abrir sus puertas para albergar a los indígenas (al igual que la Universidad Salesiana, también escenario de disturbios) y de la cantidad de camiones y autobuses que he visto cómo traían a muchísima gente de las comunidades indígenas de Cotopaxi y Chimborazo a unirse a la eventual toma de Quito. El enorme contingente de personas oriundas de esas tierras que viven ya, desde hace décadas, en la ciudad, se está uniendo, como es natural, a los marchistas recién llegados de sus comunidades de origen. La situación es compleja, en tanto miles de indígenas (dicen que cerca de 20.000) bloquean y avanzan hacia la ciudad a la vez que otros muchos indígenas urbanos de las periferias y el centro de Quito, así como sectores populares que se identifican con las reivindicaciones de la CONAIE, se suman a ellos.

El centro histórico estaba literalmente tomado por el Ejército. Me ha llamado la atención el acento costeño de los militares que me pararon y me registraron bajo el pretexto de un “control de armamento”, no fuera que llevara material para los levantados (y aún ausentes de esa parte emblemática de la ciudad). La ocupación de las plazas centrales (la de la Independencia y la de San Francisco o la de Santo Domingo) tiene, como señalé, una carga icónica importante en todos los levantamientos que he podido seguir en vivo y en directo. De ahí el empeño del Gobierno de tratar de blindar el acceso y, también, el ambiente tenso que se respira. La CONAIE acumula gentes en espera de la marcha definitiva hacia ese centro ritual y simbólico del poder republicano.

El Ejército toma posiciones en los alrededores de la Asamblea Nacional. Foto Víctor Bretón.

Por fin, tras una semana de vacío informativo, algunos rotativos globales empiezan a interesarse con un mínimo de detalle por lo que está aconteciendo en este conflicto obliterado. Es el caso de El País, de España, que ha dado cuenta a través de una sucinta crónica firmada por Sara España (curiosamente desde Guayaquil) y que reza así:

La tensión ha escalado en las calles y carreteras de Quito después de ocho días de protestas del movimiento indígena por el encarecimiento de la vida y la falta de ayudas del Gobierno. Los enfrentamientos entre policías, con gases lacrimógenos y toletes [porras], y los manifestantes, con palos y piedras, ya habían dejado heridos en la primera semana de convulsión en Ecuador. Pero este martes la violencia ha intoxicado todo el conflicto. “La democracia de Ecuador está en serio riesgo”, ha anunciado por la mañana el ministro de Defensa, Luis Lara, un día después de que el Gobierno declarara el estado de excepción en las provincias afectadas por los paros y el bloqueo de carreteras. La policía se mueve por la capital con el equipo de protección antimotines y algunos agentes a caballo. Los periodistas son recibidos con insultos, y quienes bloquean las carreteras exigen un tributo de paso para salir o volver a casa. Los mercados de las ciudades amanecieron cerrados y hay manifestantes caminando por las calles de la capital ecuatoriana con la cara cubierta y con escudos improvisados. Hay un muerto y decenas de heridos de ambos bandos. La Fiscalía ha abierto una investigación por presunto delito de odio contra indígenas por un episodio con disparos en la madrugada del lunes. Lara deslegitimó las protestas por ha- berse convertido en una “acción concertada de personas exaltadas que impiden la libre circulación de la mayoría de ecuatorianos”, y criticó las “acciones de grupos violentos cuyo único objetivo es crear pánico, agrediendo y extorsionando a las empresas, a las instituciones y a las autoridades”5.

La vertiente política del conflicto es de esperpento. De un lado, la incapacidad de Lasso y su Gobierno; además de su tremenda soledad en la minoría parlamentaria en la que se mueve. De otro, las maniobras torticeras y conspirativas de la oposición, que derogó ayer en la Asamblea Nacional el decreto de estado de excepción al tiempo, casi, que el Presidente expedía otro ampliando la medida a las provincias de Tungurahua, Chimborazo y Pastaza. Por en medio, todo tipo de especulaciones sobre la sombra alargada del narco por detrás de tamaña conspiración6. La trama, dicen, puede venir del lado de la connivencia del correísmo oficial (la cúpula en el poder correísta) con el narco y el interés de ambos por hacer caer al Gobierno, a cuya estrategia se suman sectores de Pachakutik7 y la dirigencia de la CONAIE (otrora criminalizada por la Revolución Ciudadana), además de los socialcristianos de Nebot y la actual alcaldesa de Guayaquil (Cynthia Viteri).

Jueves, 23 de junio de 2022

Nada parece moverse. Hay cerca de diez mil indígenas en la Universidad Central y la Salesiana. Serios problemas higiénicos, en la medida en que el Municipio de Quito no les ha instalado ni una batería sanitaria. Son ya once días de movilizaciones y pareciera que la situación se acerca al límite. La CONAIE dice que no va a sentarse a negociar si no se levanta el estado de excepción y se retira la policía y los militares. El Gobierno, por su parte, no va a derogar nada si las carreteras siguen cortadas. Continúan las crónicas periodísticas:

En paralelo a estas condiciones y el tira y afloja de los dos dirigentes políticos, las concentraciones han escalado el tono de violencia. Ya hay dos muertos y escenas de batalla campal en pleno centro histórico quiteño. “Venimos a resolver problemas, pero el Estado nos recibe con violencia”, pronunció este miércoles Iza en uno de sus varios en vivo difundidos a través de las redes. A diferencia de los días anteriores, en que había tenido apariciones puntuales al inicio o final de la jornada, el dirigente de los pueblos indígenas se unió a los suyos en las marchas y se empachó con proclamas y arengas de resistencia8.

Juego de miradas. Según quién te explica lo que pasa el relato es uno u otro. A veces pasa que es como si estuvieran hablando de conflictos distintos, de países diferentes y con otros actores en liza. Que hay conatos de violencia, hay. Ahora bien, desde sensibilidades pro-CONAIE ello viene de policías infiltrados entre los alzados; desde atalayas criollas es una muestra inequívoca del vandalismo de los indios, manipulados por correístas y narcotraficantes; y desde posicionamientos (tal vez) más ecuánimes puede ser resultado de una combinación macabra de múltiples factores, incluyendo a la delincuencia común y al colectivo de parias desplazados (de Venezuela, de Haití, de Colombia) que pululan por las calles sin oficio ni beneficio alguno…

Por fortuna, quedan observadores perspicaces que, más allá del dramatismo de la situación, contemplan con sentido del humor cómo la vida fluye en medio de la tormenta. Es el caso de un eminente y prolífico académico, que me manda un whatsapp en estos términos: “Acabo de regresar de la calle. Me llamaron la atención dos carritos de cevichochos de mujeres indígenas y dos manifestantes que comían. No es gratis. El que come paga”.

Viernes, 24 de junio de 2022

“Plegaron los taxistas al paro. Esto no llega al lunes”. Con esa contundencia se expresaba mi vecina ante el enconamiento de la situación. Van ya tres muertes, y la última, al parecer, causada por una deflagración con cartuchos de caza en la movilización de ayer tarde en el parque del Arbolito, entre la Casa de la Cultura y la Asamblea Nacional (en principio, ni la policía ni el Ejército usa ese tipo de munición). Me comenta otro colega antropólogo que, más allá de las bases de la CONAIE, hay infiltrada en las marchas una amalgama de correístas irredentos y violentos, miembros de grupos de guerrilla urbana, tal vez policías e incluso, cómo no, el hampa vinculada al narco y a la delincuencia común.

Concentrando fuerzas frente a la Asamblea Nacional. Foto Víctor Bretón.

He encontrado un artículo en las redes, publicado en mayo de 2021, “¿Los mariateguistas al poder en la CONAIE?, firmado por Martín Pallares y editado en el medio digital 4 Pelagatos9. Es la primera vez que oigo hablar de estos “mariateguistas” y lo cierto es que su lectura me genera una mezcla de sorpresa y de inquietud, por lo premonitorio de algunas de sus intuiciones. Se trata, en síntesis, de un análisis del último proceso electoral de la CONAIE, el que llevó por una holgada mayoría a su presidencia a Leonidas Iza Salazar en junio del año pasado. Básicamente, Pallares explica la estrategia a partir de la cual un selecto grupo de dirigentes se hizo con el control de la organización; un grupo al que califica como adepto al “radicalismo mariateguista” y cuyo objetivo no sería otro que “iniciar el relato para iniciar el proceso de desestabilización del sistema democrático”. En un video que también circula por internet, el propio Iza reconoce su admiración por el pensamiento de Mariátegui y asume tres de las tesis que el autor peruano planteó a tenor de la cuestión indígena en sus célebres Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana: que ésta tiene su origen en el acceso desigual a los recursos (en aquel tiempo la tierra), la necesidad de una representación política autónoma e independiente de esos sectores subalternos ante los poderes del Estado, y el desvelamiento del carácter desvirtuado de la República en la medida en que ésta ha sido históricamente instrumentalizada en favor de los intereses de los grupos hegemónicos y oligárquicos10. Descubro también que el propio Leonidas Iza, en colaboración con Andrés Tapia y Andrés Madrid, dos intelectuales-activistas mariateguistas, publicó en 2020 Estallido, la rebelión de octubre en Ecuador, libro en el que hace su propia interpretación del indigenismo, del marxismo y de la lucha de clases contra el capitalismo opresor en el Ecuador, no pareciendo existir diferencias entre las formas de protesta y las acciones tomadas por sus seguidores entre la revuelta de 2019 y el actual levantamiento indígena-popular. Me quedo, por el momento, con las siguientes afirmaciones de las conclusiones:

Marx advertía que “no se puede pinchar con alfileres lo que se debe demoler a mazazos”. La crisis no será superada mediante los alfileres de la izquierda institucional, que pinchan al capitalismo neoliberal mientras acarician al estatista. Más allá de sus matices, el modo de producción y la civilización burguesa engendran muerte, al igual que su hijo pródigo, el Estado nación, indistintamente de si es dirigido o desregulado, monetarista o bienestarista, fascista o multicultural, liberal o republicano, representativo o participativo, mononacional o plurinacional, demócrata o policíaco. Cualquiera de sus modalidades son llagas que contienen el mismo pus. (…) La luz al final del túnel proviene de la afirmación creída, buscada e impostergable: Comunismo indoamericano o barbarie11.

Inquietante, muy inquietante. Para empezar, por su lectura de lo que llaman la “izquierda institucional” (es decir, toda la que no es anticapitalista o revolucionaria) como funcional a la reproducción del estatus quo. Da igual enfrentar un régimen neoliberal o neo-desarrollista de corte estatalista; es irrelevante un modelo keynesiano, socialdemocráta o fascista. No importa el reconocimiento de la plurinacionalidad del Estado ni su ordenamiento interno en forma federal o centralizada. Sólo existe un camino y este transita por un incorpóreo y vaporoso “comunismo indoamericano”. ¿Alguien da más?

Ayer por la tarde, después de que el Gobierno cediera a la presión de la CONAIE y les permitiera ocupar la Casa de la Cultura – un espacio idóneo para las asambleas en su Ágora y para centralizar el mando de la movilización – me acerqué para ver cómo estaba el ambiente. Mujeres quichua hablantes con sus niños y niñas a la espalda, comuneros (hombres) portando banderas ecuatorianas y pancartas de la CONAIE, amazónicos (hombres y mujeres) con los rostros pintados con motivos étnicos y con lanzas y flechas en las manos, personas venidas de los barrios populares de Quito con carteles de “Fuera Lasso” en las manos… Una abigarrada masa de personas con una actitud, entre desafiante y festiva, que estaba clamando por un cambio sustancial en sus condiciones de vida cotidianas. Se había iniciado una marcha hacia la Asamblea Nacional y yo pensé – erróneamente – que si Lasso había transigido en la Casa de la Cultura (a cambio de nada, dicho sea de paso) era para facilitar una apertura al diálogo y que, en consecuencia, no era previsible que hubiera represión por parte de la policía. Una vez más, me equivoqué. La violencia se desató, no obstante, con el trágico balance de un manifestante muerto, cargas policiales, gases lacrimógenos y el desempeño de una verdadera batalla campal. Ante el enconamiento del escenario, escapé rápidamente, bajo una densa lluvia que terminaba de dar a todo el paisaje urbano un tono apocalíptico indescriptible…

Marcha indígena y popular hacia el centro histórico de Quito. Foto Víctor Bretón.

Sábado, 25 de junio de 2022

Mi amigo Rafael Polo, Decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Central, me llevó a visitar el campus en la tarde de ayer, día de San Juan. Recuerdo pocas experiencias tan conmovedoras. Ante el aluvión de indígenas que fueron llegando a Quito, desde que el Rector decidió abrir las puertas de la institución, sus instalaciones, amplias y ajardinadas, se convirtieron en una suerte de campo de refugiados. Los responsables de cada escuela y facultad decidieron si cedían o no sus espacios (la mayor parte lo hizo) y, de ese modo, se fue estableciendo una organización logística complejísima. En un gran centro de acopio se centralizaban las entradas solidarias de alimentos, mantas, colchones, material sanitario y médico y cuantas donaciones (muchas) iban llegando; desde ahí se iban distribuyendo por centros según las necesidades. En el polideportivo de la Universidad, por ejemplo, se había acogido hasta el momento a 3.700 personas para pernoctar. Y la cosa es tremendamente compleja porque, además, hay que respetar que los grupos que llegan de una misma zona deben estar juntos, que son incompatibles con según quiénes otros, etc. Así, por ejemplo, allí estaban 18 comunidades de Guaranda (Andes) junto a otras 6 procedentes de Canelos, en Pastaza (Amazonía). En la Facultad de Bellas Artes estaban habilitando espacio para otras 500 personas que tenían que llegar de San Bartolo, en las tierras altas de Toacazo, y para unas 200 oriundas de Cañar (todas ellas andinas). Ello implica organizar en cada centro la logística de las comidas, de los aseos, de los espacios de socialización, además de la conversión de salones y pasillos en dormitorios comunitarios. La labor de profesores, estudiantes, voluntarios médicos y cooperantes, todos y todas gratia et amorem, es encomiable. “Digan y expliquen al mundo que esto es un espacio de paz”, insistía la joven que nos enseñaba las instalaciones de la Facultad de Bellas Artes en proceso de conversión en centro de acogida…

En el campus de la Universidad Central: mujeres indígenas de la provincia de Cotopaxi (izquierda) y el autor conversando con una lideresa amazónica de la comunidad de Canelos, Pastaza (derecha). Fotos Víctor Bretón.

Uno de los lugares más impresionantes era la wawa wasi (guardería), donde habían llegado a concentrar hasta 300 criaturas, dándoles alimentación, atención médica – habían tenido que enfrentar incluso varios partos prematuros – salón de juegos, etc. La responsable del centro se emocionó explicándome las condiciones en que llegan las madres consus hijos e hijas, la dificultad de trabajar con un contingente en permanente movimiento (hoy salen 30, mañana entran 50). Y es que, en las movilizaciones, se desplazan por turnos familias enteras para permanecer unos días y ser reemplazadas después por la otra parte de la comunidad que quedó en el territorio. Tienen una gran capacidad de resistencia y una dilatada experiencia organizativa – por supuesto – y de articulación de este tipo de movilizaciones masivas. La persistencia de esas economías campesinas en la sierra, además, garantiza el flujo de alimentos básicos que llegan a los centros de acogida, a través de esas redes comunitarias. Ellos y ellas pueden resistir – llevan 500 años haciéndolo –; el Gobierno no puede permitirse ese lujo.

La preocupación que se percibía en el ambiente era si se atrevería Lasso a intervenir en el recinto universitario o no, así como la eventual actuación de infiltrados. “¿Infiltrados de quién?, pregunté a uno de los jóvenes que colaboraba en la guardería. “No sabemos”, contestó él. Pueden ser policías, pueden ser radicales interesados en desestabilizar, puede ser cualquiera que quiera actuar con violencia en alguno de los puntos débiles de la organización con el objetivo de deslegitimarla, de debilitarla, de desestructurarla, en la lógica perversa del “cuanto peor, mejor”. Un punto importante que me parece que puede proteger al campus de la Universidad Central y al de la Salesiana es la implicación de Naciones Unidas, que ha proporcionado lavabos, baterías sanitarias y material infantil (vía UNICEF). Una intervención policial dura en el campus tendría unas implicaciones para el Gobierno extraordinarias… No obstante, por la tarde los y las indígenas fueron brutalmente desalojados de la Casa de la Cultura, haciendo aún más incomprensible la decisión gubernamental del día anterior. En la descripción del diario El Universo se narraba lo siguiente:

Minutos después de que el presidente Guillermo Lasso anunció que la Policía y las Fuerzas Armadas emplearán el uso progresivo de la fuerza, “para defender el orden público y la democracia”, decenas de agentes incursionaron con bombas lacrimógenas, motocicletas y vehículos antimotines para despejar a los manifestantes que se encontraban en el parque El Arbolito, en el centro norte de Quito. La embestida ocurrió alrededor de las 17:00 de este viernes, 24 de junio, en el día 12 del paro nacional. Los manifestantes no pudieron aguantar la acción de la fuerza pública, así que salieron corriendo (…), en busca de un lugar donde refugiarse del gas y evitar ser detenidos. La CONAIE, a través de una trasmisión por redes sociales, denunció que los agentes arrojaron bombas lacrimógenas dentro del ágora de la Casa de la Cultura Ecuatoriana, donde se encontraban indígenas –hombres, mujeres y niños –, reunidos en actitud pacífica. El humo provocó que el inmueble sea desalojado12.

Lunes, 27 de junio de 2022

La situación es muy confusa, aunque parece, y eso es bueno en sí mismo, que las ratios de violencia han descendido. Llevo días conversando con todo tipo de personas (pro y anti paro, pro y anti Iza, académicos, activistas, disidentes, descreídos, participantes en las marchas, observadores y periodistas). Tratando de sintetizar el asunto, creo que se podrían desgranar varias consideraciones en relación a algunos de los actores que intervienen en este conflicto, uno con todo el protagonismo (el movimiento indígena) y otro de manera periférica y marginal (el correísmo).

El movimiento indígena no es homogéneo, en absoluto. En este momento está liderado por una camarilla de corte radical, probablemente dominada – al menos en el caso de la CONAIE – por ese círculo mariateguista. Me han comentado que ese grupo lleva tiempo trabajando con indígenas (hay quien señala más de una década), preparando el terreno para cuando llegara el momento. Parecía haber un consenso entre quienes conocen el perfil intelectual de ese colectivo de que actúan con la lógica de los grupúsculos de extrema izquierda del tiempo de la Guerra Fría, como esperando la maduración de las “condiciones objetivas”, y con un cierto sentido leninista de la política. Me refiero a la concepción piramidal de la organización, por ejemplo, a la idea de que ésta es un instrumento en pos de un objetivo político más amplio (¿la Presidencia de la República?) y a que la conquista de la plataforma obedece a un trabajo largo, de muchos años, con bases indígenas. Los leninistas no improvisan.

Para los autores de Estallido, de hecho, es ya imperiosa “la necesidad de que una corriente anticapitalista se imponga por sobre la tendencia socialdemócrata y de izquierda institucional” dado el servilismo y la inoperancia de éstas. Ni que decir tiene que afirmaciones como que “la definición de aquello que es justo o injusto, acto violento o legítimo está condicionada por una determinada interpretación ideológica correspondiente a un interés específico de clase”13, levantan ampollas al interior del movimiento indígena. Es del dominio público la existencia de importantes procesos de diferenciación interna, y no sólo entre dirigentes y comuneros de a pie, sino también, de manera transversal, al ínterin de la gran mayoría de pueblos y nacionalidades que integran la CONAIE. Esta misma ha devenido en el campo, el escenario y objeto de un combate por su control en el que, por el momento, se han impuesto los representantes de un discurso escorado del lado clasista y alejado de la línea identitaria dominante, al menos, desde los años del cambio de siglo. En este sentido, no me parece ni justo ni apropiado señalar que “los indígenas están siendo manipulados por…”, como suele escucharse entre no pocos analistas bienintencionados, sino que, en todo caso, es perceptible una convergencia estratégica de intereses en el corto plazo alrededor de los diez puntos planteados como ineludibles o, incluso, ante una eventual destitución del presidente Lasso con otros actores en juego14. Eso, insisto, en medio de las tensiones dentro de la CONAIE por el control de la organización y el gregarismo de las bases indígenas en este tipo de movilizaciones de alcance nacional.

La Unión por la Esperanza (UNES) es el partido político que, controlado en la distancia por el ex-presidente Correa, impulsa la remoción de Lasso en la Asamblea. Para eso necesita los votos de Pachakutik y de más bancadas, pues son preceptivos 92 apoyos de un total de 137 asambleístas15. No quiero ni pensar en los movimientos que se deben estar dando de negociación (¿compra?) de votos, en uno y otro sentido. El hecho es que la discusión parlamentaria se inició el sábado por la tarde, continuó ayer domingo tarde y se suspendió en la madrugada en espera de que el martes 28 se reemprenda. Son muchas las quejas de presiones y amenazas por parte de asambleístas, así que, aunque aritméticamente pareciera que Lasso tiene el puesto garantizado, todo es posible en este escenario tan voluble. Por el momento, esta mañana anunció el descenso del precio de la gasolina extra y del diesel en 10 centavos, medida que inmediatamente fue calificada de insuficiente por la CONAIE. ¿A dónde va todo esto? Se respira un aire menos tenso en la calle, pero, aunque se derogó el estado de excepción, seguimos sin poder salir libremente de Quito, como a la espera de que algo acontezca…

Martes, 28 de junio de 2022

Día intenso el de hoy, si cabe más incluso que los anteriores. Por un lado – y el dato es casi irrelevante por esperado – el Presidente Lasso continuará en el cargo al fracasar la iniciativa parlamentaria que pretendía apartarlo del poder. Por el otro, y por mediación de la Iglesia católica, se han reunido al fin los dirigentes de las principales organizaciones étnicas, con la CONAIE a la cabeza, con el Gobierno nacional. A destacar la ausencia de Lasso, representado por sus más icónicos ministros, que muestra de nuevo su incomprensión de la relevancia que su presencia física tiene en un proceso de diálogo de igual a igual con quienes mantienen ya un pulso de 16 días con el Estado.

Me quedé hasta tarde en la noche viendo la retransmisión de la mesa de diálogo por parte de la CONAIE. La verdad es que la actitud de Francisco Jiménez, Ministro de Gobierno y virtual representante del Presidente ausente, me pareció abierta y sincera. Es extraño que el Primer Mandatario no estuviera presente cuando hasta Durán Ballén en su momento (1994) y Moreno tres años atrás lo hicieron. Pero así es, y la cosa se demora porque cuando parece que se llega a algún tipo de consenso, la comitiva gubernamental tiene que salir a consultar con Lasso si sí o si no… De todos modos, cuando se emplazó a los asistentes continuar el día de hoy, todo parecía cercano y posible.

Pues no. El diálogo se ha roto. Un ataque violento en Shuhufindi, en la Amazonía, a un convoy militar que transportaba combustible ha generado un muerto (un sargento) y ese ha sido el pretexto que ha motivado la ruptura por parte del Presidente, que en una dura alocución ha venido a responsabilizar del acto vandálico a la dirigencia de la CONAIE, particularmente a Leonidas Iza. Los veedores de la mesa del diálogo, además de condenar enfáticamente el ataque, han señalado lo desacertado de la decisión cuando se estaba a un paso del acuerdo, y máxime cuando es puramente especulativo señalar con el dedo a Iza poco menos que como autor intelectual del atentado. Me pregunto quién y por qué ha reventado el diálogo.

Visto el juego de actores, que casi nada es lo que parece y los numerosos intereses cruzados alrededor del descarrilamiento de las conversaciones, quién sabe. Hay quienes piensan que los halcones del Ejército y la Policía están detrás de todo. ¿La motivación? El suculento negocio que hay en el mundo de la minería y que podría cortocircuitarse de atenderse las demandas del movimiento indígena en ese rubro. No está de más señalar que en la primera sesión de la negociación se había logrado un acercamiento notable entre las posturas, habida cuenta la reseña de los rotativos:

El ministro de Gobierno informó que se ha elaborado un proyecto de decreto, mediante el cual el presidente de la República renuncia a la facultad constitucional que tiene de permitir, bajo condiciones excepcionales, actividades extractivas de recursos naturales no renovables en áreas protegidas y en zonas declaradas como intangibles. Además, se ordenará al Ministerio de Energía y Minas no aprobar nuevos proyectos de actividad extractiva en áreas protegidas y zonas intangibles16.

Intereses ocultos (u ocultados) que se esconden tras las grandes palabras y la retórica vacía de todos, de tirios y troyanos. Por detrás están las organizaciones de base que siguen movilizadas por la mejora de sus condiciones de vida y mostrando una enorme capacidad de movilización y resiliencia. Y no sólo en Quito, sino también en ciudades importantes como Riobamba, Cuenca o Guayaquil. Un país literalmente paralizado durante dos semanas y media, un Presidente ausente y pusilánime que titubea ante la magnitud de los acontecimientos, una dirigencia indígena que apuesta fuerte y unas bases comunitarias dispuestas a aguantar lo que haga falta.

Jueves, 30 de junio de 2022

He pasado los últimos dos días yendo a una cocina solidaria que se había organizado en el barrio de La Vicentina. Era toda una experiencia etnográfica que alumbraba otra dimensión de las solidaridades que abrió el conflicto. Se trataba, básicamente aunque no sólo, de un puñado de gente joven (excepto el cocinero jefe, que era un tipo ya bien entrado en la sesentena) de clase acomodada que de manera altruista veían en la CONAIE la encarnación de buena parte de su descontento como generación (desempleo, inestabilidad laboral, etc.)17. Un fenómeno el de estos jóvenes común en Europa, pero que aquí llama la atención habida cuenta la tremenda disparidad social y lo relativamente escuálida que es la clase media. En cualquier caso, daba gusto ver cómo llegaban los acopios de todo tipo de verduras, cómo se organizaban en turnos para pelar y trocear papas, zanahorias, cebollas y todo tipo de hortalizas (de Chimborazo, decían que procedían), cocinar una nutritiva sopa espesa, distribuirla en envases individuales de plástico y llevarla a la Casa de la Cultura para atender a los y las indígenas allí refugiados. Sólo en la tarde del día 29 llegamos a envasar unas mil raciones individuales. Me consta que había muchas otras cocinas clandestinas como ésta (en mi caso, se trataba de un restaurante de estilo “alternativo” que había decidido dedicar unos días en exclusiva para la causa) y que las redes de solidaridad funcionaban muy bien para hacer frente a las necesidades logísticas que semejante paro comportaba.

Viernes, 1 de julio de 2022

Y de pronto, llegó el milagro. El paro terminó ayer, 30 de junio, tras la firma de un acuerdo entre las organizaciones indígenas y el Gobierno. Fue justamente en la cocina solidaria, a la altura del mediodía, cuando escuché por radio la noticia de que, retomado el diálogo desde el día anterior, se había alcanzado un compromiso y se desconvocaba el paro. Al parecer, la sucesión de los hechos fue así: tras la brusca ruptura explicitada por Lasso, las cosas se enconaron hasta extremos muy tensos. Parecía que no había salida, habida cuenta la cerrazón del Presidente, aparentemente sordo ante los pedidos de los mediadores, la actitud abierta de la dirigencia indígena y el clamor de una ciudadanía harta de 18 días de paro, desabastecimiento e imposibilidad de moverse. Frente a tal situación, y a instancias del clamor de los actores implicados, Lasso cedió.

Los acuerdos se fundamentan en la aceptación por ambas partes de un paquete de medidas que cubren buena parte de las demandas que dieron origen al paro: bajada moderada del precio de los combustibles (15 centavos por galón) y estudio de un proceso de focalización para los sectores que necesitan más subsidios (campesinos, transportistas, pescadores); limitación de la minería en áreas protegidas y territorios ancestrales, zonas arqueológicas, áreas de protección hídrica; garantía de consulta previa, libre e informada a las comunidades afectadas eventualmente por el extractivismo; mecanismos de control de precios para productos de primera necesidad; declaración de emergencia al sistema de salud pública; incremento del Bono de Desarrollo Humano de 50 a 55 dólares; subsidios a fertilizantes, reducción de tasas de interés y condonación de créditos vencidos a pequeños campesinos y microempresarios; entre otras. Las organizaciones convocantes señalan, enfáticas: “No renunciamos al derecho a la resistencia. Si no cumplen volveremos millones”. Y, a fin de efectivizar y concretar los compromisos adquiridos, las partes se comprometen a instalar – siempre bajo el palio de la Iglesia – una mesa técnica de diálogo “para dar seguimiento a los acuerdos y resolución de los temas pendientes de la agenda nacional de 10 puntos”, tal y como reza el comunicado oficial de la CONAIE hecho público el día de hoy.

Primera reunión entre las organizaciones étnicas y el Gobierno nacional. Fuente: https://quenoticias.com/noticias/dialogo-con-el-presidente-y-la-conaie
Celebración del desenlace del levantamiento en las cercanías de la Casa de la Cultura, en Quito. Foto Víctor Bretón.

Tras la tormenta, una semana después…

Me encuentro en una cafetería de Quito con un cuadro de la CONAIE que prefiere guardar el anonimato. Me explica que ya no está en la primera línea del movimiento y que la vida le ha ido bastante bien: ha pasado por una de las mejores universidades de postgrado del país, es autor de varias publicaciones sobre la problemática indígena y es, en fin, un connotado intelectual étnico. Nos conocíamos de habernos leído mutuamente, pero este es nuestro primer encuentro cara a cara. En el intercambio fluido de impresiones sobre los acontecimientos de este mes de junio, mi interlocutor señala que un aspecto muy remarcable del proceso fue la llegada a la cúspide de la CONAIE de dirigentes jóvenes, una generación que no ha conocido el régimen de hacienda y que, en verdad, tampoco ha vivido estrictamente en comunidad. Son, en todo caso, indígenas urbanizados formateados al calor de los relatos de sus mayores, del consumo de artefactos culturales que circulan por los mass media globales, letrados y, en muchos casos, con planteamientos ideológicos alejados de una noción exclusivamente culturalista de la identidad. Coincide con el diagnóstico de la impronta de los mariateguistas, con sus hábitus algo arrogantes; me explicó que hablar con uno de ellos no es hacerlo con el individuo como tal, sino con todo un núcleo duro (una suerte de buró político); y concluyó que, al fin, la vieja guardia de la CONAIE ha entendido que aquellos operan con lógica partidaria, tal vez sectaria. La cuestión es si serán lo suficientemente fuertes para mantenerse en la cima de la organización. Por el momento, han sabido aprovechar las coyunturas (primero, la de octubre de 2019, proyectando la figura de Iza; después la de este levantamiento, aprovechando la debilidad e incompetencia de Lasso). Un asunto en lo que sí es taxativo mi contertulio es en que estos mariateguistas no son correístas; que tienen con el correísmo una alianza en todo caso estratégica (y coyuntural), que se ayudan mutuamente en pos de un objetivo común (erosionar a Lasso), pero que están ideológica y programáticamente muy, muy alejados, tal como evidencia el texto Estallido en su crítica audaz al desarrollismo nacionalista de la Revolución Ciudadana.

En cualquier caso, creo que se puede empezar a establecer una relación directa entre la articulación de un discurso más de clase por parte de una generación joven de dirigentes ideologizados y la mayor capacidad de la CONAIE de aglutinar a sectores subalternos no indígenas en las movilizaciones. Es lo que me parece que se ve en las marchas de este último paro: una amalgama de actores levantados (indígenas, sí, pero también pobladores urbanos mestizos o desindianizados, jóvenes que en otras ocasiones no sentían atracción por el discurso étnico de aquel tiempo), pocas wipalas (la bandera del arcoíris, otrora presentísima en marchas y manifestaciones) y muchas enseñas ecuatorianas18. Amalgama que refuerza, de hecho, mi tesis sobre los límites de las políticas multiculturales en este momento histórico en el que aquellas parecen tambalearse ante las tensiones de clase que, sentidas como tales, adquieren una transversalidad que permite el desbordamiento social y la contestación frontal al poder establecido19.

Es interesante pensar las maneras en que todos estos elementos fueron convergiendo en un espacio y una coyuntura determinada, alimentando y coadyuvando el éxito de la movilización anti-Lasso. Lo que pueda llegar a acontecer en función del resultado de la negociación de noventa días que se ha establecido, es otro tema. Ahí hay opiniones de todos los colores: desde quienes piensan que no pasará nada y que, nuevamente, es un ardid del Gobierno para ganar tiempo, hasta quienes dicen que hay demasiados intereses en que el diálogo no descarrile, como asumiendo que el Gobierno le ha visto las orejas al lobo y se ha puesto manos a la obra para que la situación no vuelva a escapársele de las manos. Por el momento, la tormenta de junio de 2022, con las seis personas fallecidas y las más de 500 heridas que dejó, ha dado paso a una relativa calma en el horizonte. Una calma, no obstante, que por la naturaleza abrupta de estas cordilleras y los vientos que las surcan, bien podría detonar, más pronto que tarde, en nuevas tempestades de intensidad variable y consecuencias imprevisibles. Así son los ríos profundos que surcan, parafraseando a Arguedas, la historia agrietada, dramática y viva de estas tierras tan fascinantes y ricas en utopías y deseos.

Víctor Bretón Solo de Zaldívar es catedrático de Antropología Social en la Universidad de Lleida (Cataluña, España) y Profesor Distinguido de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede Ecuador.

Notas

  1. Pablo Dávalos, “El retorno de los guerreros y guerreras del arcoiris”, clacso.org/el-levantamiento-del-inti-raymi-de- junio-22/
  2. Tal vez con la única excepción de la rebelión de octubre de 2019 en términos de empleo de la violencia, tanto por parte del Estado como de sectores de los partícipes en las protestas.
  3. 3 Es muy difícil establecer el volumen de la población indígena en el conjunto del país. La razón estriba en que los censos establecen criterios oblicuos, más allá de las preguntas de autoadscripción, que opacan su dimensión. A ello, que tiene que ver con una razón de Estado mostrar que los indígenas (y sus demandas) representan a una “minoría” de la población-se añade el ocultamiento voluntario de la identidad; una rémora de la racialización histórica de estos colectivos y de la pervivencia de actitudes racistas en otros sectores sociales.
  4. El Bono de Desarrollo Humano es un subsidio directo que da el Estado ecuatoriano a los hogares más pobres del país, beneficiando a cerca de un millón y medio de familias.
  5. https://elpais.com/internacional/2022-06-21/ecuador-advierte-de-que-la-democracia-esta-en-serio-riesgo-por-las- protestas-indigenas.html
  6. En este sentido, la denuncia del asambleísta Fernando Villavicencio en sede parlamentaria, que corrió como la pólvora por las redes sociales, es altamente ilustrativa. Ver https://youtu.be/R3sevXHHFvI
  7. El Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik es un partido político nacido en 1995 y que, a efectos prácticos, ha querido jugar el papel de brazo político del movimiento indígena. Sin embargo, y por razones que escapan al alcance de esta crónica, con mucha frecuencia presenta posicionamientos divididos, cuando no directamente enfrentados a los de la CONAIE o de las demás plataformas étnicas.
  8. https://elpais.com/internacional/2022-06-23/la-salida-dialogada-a-las-protestas-de-ecuador-se-estanca-en-el-pulso- indigena-al-gobierno.html#?prm=copy_link
  9. https://4pelagatos.com/2021/05/06/los-mariateguistas-al-poder-en-la-conaie/
  10. El libro de Mariátegui, publicado en 1928 y centrado obviamente en el Perú, siempre ha tenido relevancia para el pensamiento crítico de la izquierda en los países andinos, sin duda por las reverberaciones que su análisis proyectaba sobre experiencias históricas y sociales con numerosos puntos de contacto. A destacar, sin embargo, que su crítica al poder republicano en tanto perpetuador de un pacto de clases dominantes en detrimento de los sectores subalternos racializados llevó a lecturas conducentes, simultáneamente, a posicionamientos reformistas como los del Partido Unificado Mariateguista del Perú (1983-1996) o, en su versión maximalista, al delirio radical de Sendero Luminoso.
  11. Leonidas Iza, Andrés Tapia y Andrés Madrid (2020): Estallido. La rebelión de octubre en Ecuador. Quito: Edicio- nes Red Kapari, p. 306.
  12. https://www.eluniverso.com/noticias/politica/paro-nacional-policias-y-militares-despejaron-la-zona-del-parque-el- arbolito-tras-anuncio-del-presidente-guillermo-lasso-de-emplear-el-uso-progresivo-de-la-fuerza-nota/?mo- dulo=destacadas-bloqueancho&plantilla=home
  13. Op. cit.p. 262 y 273, respectivamente. Que tengan o no tengan simpatía por la vía armada es harina de otro costal. Digamos que parece que existen, en efecto, personajes o grupos tremendamente radicales y potencialmente violen- tos, sobre todo entre colectivos marginales urbanos, pero no hay sobre la mesa elementos que los vinculen directa- mente con los mariateguistas.
  14. Este tipo de indígena acomodado – los hay en los Andes con volquetas, taxis, maquinaria de todo tipo para alquilar, etc.– apoyó el levantamiento: transportando compañeros a los puntos de marcha, colaborando con los centros de acopio, manifestándose en favor del paro… Más allá de la solidaridad étnica – que no necesariamente la de clase– se han sentido aludidos por demandas tales como la bajada de los precios de los combustibles, por ejemplo.
  15. Las elecciones de 2021 dejaron los siguientes resultados: UNES 49 escaños; Pachakutik 27; Izquierda Democrática 18; Partido Social Cristiano 18 y CREO (el partido de Lasso) 12. La debilidad del oficialismo es clamorosa.
  16. https://www.eluniverso.com/noticias/politica/conaie-condiciona-el-fin-del-paro-nacional-a-dos-temas-gobierno- cedio-derogar-decreto-de-politica-petrolera-nota/?modulo=destacadas-dos&plantilla=home
  17. No únicamente de clase media-alta. A destacar el rap urbano que corría por las redes titulado Resistencia y firmado por el colectivo BoomBapKillaz: en el vídeo se ve un grupo de jóvenes, de vestimenta y simbología urbano-marginal-radical (tatuajes, peercing, gestualidad rapera), cantando una letanía de agravios y denuncias contra Lasso y la policía, llamando a la resistencia, y con un fondo de música indígena (al estilo imbabureño modélico) y de coros de mujeres quichuas. Ver https://youtu.be/V5wFEgMtMs0
  18. Esa sí que me parece una herencia simbólica importante de los gobiernos de Correa: el haber construido una imagen compartida, un imaginario de nación que antes era prácticamente irrelevante en Ecuador. La substitución de las banderas étnicas por las enseñas nacionales en un escenario de conflicto más vehiculado por demandas clasistas que identitarias, denota un cambio sustancial en relación a la experiencia anterior a 2019. La capacidad de la CONAIE para capitanear esa cristalización, además, debe entenderse en un contexto de fragmentación y descrédito de las viejas plataformas sindicales, en muchos sentidos fagocitadas por el nuevo discurso de los últimos paros.
  19. Cf. Mi libro Indianidad evanescente en los Andes de Ecuador (FLACSO-Universitat de Lleida, 2022).

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