José María Arguedas se encargó de mostrar el largo proceso de incorporación del mundo indígena al intercambio y la cultura del intercambio y sus expresiones en el territorio. Una lectura atenta de Arguedas nos permite ver en qué medida esa dinámica, relacionada con el sistema de ferias, plazas de mercados y santuarios, pero también con la formación de barriadas, fue marcando formas particulares de relacionamiento social y de relacionamiento con el pasado, percibido lo mismo como presencia que como ruina. A partir de estos supuestos a nosotros nos interesa indagar, en base a documentación de archivo y de observaciones y entrevistas, el papel cumplido por la calle y por los agenciamientos de la calle, en un contexto de cambios.
En términos históricos y antropológicos nos gustaría entender no sólo los relacionamientos entre el mundo urbano y el rural o la formación de sectores populares urbanos de origen campesino e indígena en las ciudades de los Andes (Y particularmente en Quito) sino la reproducción de una sensibilidad estética y de un tipo de consumos, asumidos como barrocos, así como su reproducción en la calle. Si durante la colonia y el siglo XIX se van consolidando determinados espacios de circulación, relacionamiento e intercambio relacionados con un mundo indígena y de mestizaje indígena, urbano-rural, de lo que se trata finalmente es de entender que es lo que sucede ahora, en medio del proceso de institución de una cultura de la separación, acrecentada por la pandemia. Esto es de la percepción no sólo de los espacios sino de amplios sectores sociales como ruinas y como desechos.